¡Hola de nuevo querida gente!
🤗 Puff, dolor y daño... estas palabras me evocan sufrimiento y miedo, al menos al principio, recien llegadas, luego me recuerdan a herramientas y lecciones de la vida. Creo que siendo cosas diferentes, a veces las confundimos.
Desde mi experiencia, el dolor es... doloroso, jajaja... Es incomodo, produce sufrimiento (¿Lo produce el dolor, o lo produzco yo?), da miedo, e incluso puede bloquear mi capacidad de decisión.
El dolor (sufrimiento) me parece una herramienta con al menos dos funciones principales:
- Avisar de un daño que progresa, para intentar minimizarlo.
- Avisar de miedo/resistencia a un cambio (desde crecederas hasta decisiones vitales, que como son vitales, uno puede y debe decidir si mantener, adaptar o rectificar. Ojo, a veces hay que adaptarse, y otras hay que mantenerse "aunque duela").
(No voy a entrar a si el daño puede ser una herramienta mística para reorientar la vida, aunque en mi caso lo vivo como que sí, pero lo percibo como proporcional al extremo de ceguera y sordera vital... mira, al final he entrado 😋).
El dolor te hace replantearte decisiones, posturas,... pero el daño directamente te puede impedir unas determinadas acciones, u obligarte a otras determinadas acciones. Creo que el daño supone un mayor condicionamiento que el dolor.
El dolor suele ser temporal, y se puede llegar a superar (otra cosa es que sepamos o queramos). El daño puede ser temporal, o definitivo; reparable, paliable o inneludible, y deja cicatriz. (bueno en realidad yo creo que puede considerarse siempre potencialmente temporal y reparable, pero eso actualmente nos exige un nivel de consciencia y trabajo personal al que, de momento, pocos humanos habrán llegado, de momento digo).
El dolor suele ser parte del crecimiento y fortalecimiento, por eso hay que discernir muy bien si amortiguarlo, o eliminarlo, o dejarlo estar*. El daño surge cuando hay una excesiva falta de adecuación entre la experiencia a recorrer (incluida la experiencia del dolor)*, y las capacidades, conocimientos, etc. que se poseen en ese momento para afrontarla. Como profesor e instructor procuro tenerlo en cuenta, y recomiendo a los padres y madres, o a cada un@, lo mismo.
A día de hoy en ausencia de "dolor" (sufrimiento), el resultado vital suele dar carencia de capacidades o temple, y falta de superación de los umbrales límite reales de la persona* (insatisfacción).
Con la edad las personas suelen perder flexibilidad y elasticidad, y el margen de recuperación suele reducirse. Los niños sobreprotegidos, sin conocer el dolor, además de tener riesgo de perder o ver reducida su empatía, pueden bloquearse en la vida adulta. Y lo que en la infancia puede ser una experiencia dolorosa de un par de minutos, con un daño mínimo reparable (o directamente sin daño), en la vida adulta puede ser una experiencia dolorosa de años, e implicar un daño irreversible.
Creo que el dolor es un factor natural y necesario de la vida, pero el daño puede no ser necesario, o serlo en el extremo. Yo procuro y recomiendo escuchar al dolor procurando discernir si es un aviso de peligro o una resistencia a cambiar, para aprender y/o rectificar sin sufrir daño. E intento aceptar y reflexionar cuando surge el daño (independientemente de que intente repararlo o paliarlo).
Así, no comparto evitar el dolor (sufrimiento) de un escolar por estudiar y examinarse, cuando en su vida adulta puede tener que preparar oposiciones o examinarse para obtener méritos laborales.
Tampoco comparto evitarle a un niño pequeño el dolor (sufrimiento) de un merecido castigo ("limite" expresado de manera dolorosa para él) por falta de empatía, o por falta de prudencia, con terceros (hablo cuando son conscientes y dolosas), cuando luego en la adolescencia o en la vida adulta puede acabar actuando desde la anti(em)patía y toxicidad, y/o en la carcel o arruinado a multas.
* Ojo, que no se interprete nada masoquista o cruel. No digo que haya que buscar el dolor para mejorar, pero sí que en ocasiones me parece adecuado permitirlo, aceptarlo y afrontarlo, luego cada cual sabrá si a lo bruto, o en pequeñas y progresivas dosis (yo soy más de esto segundo, para mí y para los demás, pero reconozco que la gente que he conocido, más extrema o sobresaliente, para lo "bueno" o lo "malo", habían experimentado mucho dolor).
La evitación total del dolor, a la larga provoca más dolor, y daños con alto riesgo de irreversibilidad. Pero por supuesto, el exceso, la irracionalidad, y la gratuidad de dolor provocan también un daño grave. Ambos pueden enseñar prudencia, empatía y temple, pero también pueden grabar miedo, rencor y violencia, hay que tenerlo en cuenta y gestionarlo con mucha atención.
Nota: Recuerdo ocasiones que soportar el dolor me ha llevado a renunciar al miedo, y por tanto ha cesado mi resistencia, y desde ahí he podido aceptar o rechazar el cambio implicado. A parte, cuando esa aceptación o rechazo al cambio estaba alineada con el camino que marca mi corazón me he sentido muy bien, y cuando estaba desalineado ha surgido el daño (proporcional al desvío). Así, tengo mis cicatrices, pero no tengo dolores crónicos.
Algún día hablaré de arropar y consentir.
Un fuerte abrazo, con mucho cariño