¡Hola! ¿Qué tal? Mis mejores deseos 🤗
El otro día, coincidí con una mujer que conozco, muy trabajadora y dinámica, amable y de caracter firme, que es madre de un chaval, joven (17 años), capaz e inteligente. Con tantas habilidades que ha estado un tiempo algo disperso, sin saber que hacer o estudiar, y lleva ya tiempo probando con los caminos de amistades y parejas.
Total, que un día el chaval la dice que ha decidido optar por una profesion de alto riesgo fisico y mental, y alejada de los valores que ella vive y considera que ha transmitido a sus hijos (esto puede valer para cualquier decisión que pueda tomar un joven, con el inmediato contraste con la perspectiva y experiencia vital de una madre ya en la madurez, padre..., tutor,...).
Me contaba la angustia que esa decisión la suponía, y su sensación de que la decisión podia estar condicionada por fantasias juveniles de aventura y por sus amistades más cercanas. Sin embargo, también me decía que pese su angustia, estaba un poco a disgusto de tenerlo en casa sin objetivos, y viéndole "perder el tiempo sin hacer nada de provecho", y su sabiduria como madre la hacía aceptar el libre albedrío y los caminos que su joven pero casi adulto hijo (17 años), decidiese recorrer.
Alabé que antepusiese el respeto a la iniciativa de su hijo, a su necesidad de bienestar emocional (quitarse la angustia de encima). Seguimos hablando, y le conté a esta madre que desde mi perspectiva y conocimiento, cada persona debe recorrer su camino elegido por ella misma, con errores y aciertos, felicidad o tristeza. La hubiese mentido si la dijese que comprendia su dolor de madre ante los peligros y sus consecuencias, pero sí conozco el dolor de perder a un hermano joven, o ver a personas queridas tomando decisiones que al menos para mí son erroneas y muy peligrosas.
Obligar a alguien a renunciar a su camino elegido puede salvarle la vida, o castrarsela. Ese discernimiento requiere mucha sabiduría y un corazón amoroso y templado. Que una experiencia sea necesaria o no, sólo depende de la propia persona. Sin olvidar que un joven tiene más posibilidades de recuperarse y aprender de una experiencia "negativa" o de fracaso, que un viejo. Ni olvidar tampoco, que la gente mas mayor puede tener una mejor idea de la irrecuperabilidad de algunas experiencias.
Y aquí viene la clave del título de esta entrada, me parece un gran dilema para los padres (que suelen ser quienes quieren de verdad a los chavales) y educadores (también), discernir si el joven está al punto de madurez (adecuada a las decisiones propias de cada momento vital), siendo que el error puede dejarlo crudo, poco hecho, o quemado frente a la vida.
Conozco el dolor y la incertidumbre ante ciertos comportamientos de personas queridas. Pero creo que cada persona tiene que recorrer su camino. Y bloquearselo, puede ser más peligroso o dañino para la persona, que rechazar mi opinión o relativizar mi incertidumbre.
Cuando he ejercido en aula o en dojo (lugar de entrenamiento de karate), o simplemente con gente de mi entorno cercano, ante esa incertidumbre, me he dedicado a exponer de la manera mas neutra que he sido capaz, posibles consecuencias* de diferentes decisiones y estrategias, laborales, de estudios o vitales. Sugiriendo desde aspectos puramente racionales (dónde, de dónde, a dónde, quien, qué, como, cuando, cuanto, por qué, para qué, para quién,...), pasando por la observación del entorno psicosocial, hasta la escucha al propio corazón. Y señalando que, por supuesto, la persona es quien tiene la última palabra, y que su decisión, aunque nos alejase en la vida, no afectará mi respeto ni afecto por ella.
* Exponer una consecuencia se refiere a que se haga para que, ni sea, ni se perciba, como una amenaza.
También en aula o dojo, o en la vida, frente al dolor (y más incertidumbre), sólo me ha quedado la aceptación y la convicción de que todo barco llega a buen puerto (otra cosa son las vueltas que dé...). Incluso a veces, me queda la idea de que puedo ser yo quien esta equivocado, sobre todo opinando sobre el camino de otra persona.
Creo que el libre albedrío es sagrado, pero también creo que un ejercicio adecuado de ese libre albedrío, depende del conocimiento, la experiencia, el dominio y la intuición. Considerando la armonización de todo ello como "sabiduría".
Y así intento transmitirlo a mis alumnos, y a quien pueda resonarle. Los padres (y, en mi sentir, los educadores de manera delegada y subsidiaria) tienen la obligación moral y natural de proteger, educar, apoyar y fortalecer a sus vástagos, y transmitirles la sabiduría familiar, para que puedan afrontar la vida con las mejores actitudes, aptitudes, conocimientos, herramientas y habilidades posibles.
Esto puede incluir, necesaria y adecuadamente, limitarles o contravenirles en más o menos ocasiones (más habitual en la primera infancia, disminuyendo con la edad y devenir de cada hijo o hija). Pero sólo hasta que llega la vida adulta (o lo marque la madurez del chaval), después, esa fase del compromiso finaliza, y sólo queda aceptar, acompañar, y si se quiere, ayudar de manera desinteresada (familia).
Un árbol puede morir por falta de agua y tierra, pero también por falta de espacio y aire.
Y los bonsáis son muy monos, pero hay algo en ellos de potencial irrealizado.
¡¡Un calido pero refrescante abrazo!!